LA REINA CHARLOTTE, UNA HISTORIA DE BRIDGERTON – ¿Qué tan real es el personaje de George lll?
Los libros Bridgerton de Julia Quinn son un éxito en cada librería del mundo. Pero ¿por qué limitarnos sólo a los libros? El pasado 4 de mayo llegó a nuestras casas (y corazones) la tan esperada serie Queen Charlotte - Una historia de Bridgerton vía Netflix, creada por Shonda Rhimes y basada en los libros de Julia Quinn.
Situada 40 años antes de los sucesos transcurridos en los Bridgerton, en ésta entrega nos cuentan el romance entre la Reina Charlotte y el Rey George III, una historia de amor y conflicto debido a la enfermedad con la que el rey luchaba día a día y de la que poco y nada se sabía, Pero ¿Cuánto de realismos tiene éste personaje?
Para comenzar, hablemos del primer dialogo entre nuestros protagonistas. La escena nos robó una sonrisa mientras George le cuenta sus aficiones a Charlotte, enumerando la literatura, el arte y la ciencia (astronomía particularmente). Y ciertamente George lll fue el primer rey en tener ciencias como parte de su educación y es a quién le debemos gran parte del desarrollo cultural británico.
Según la página oficial de historia británica, George fundó y pagó los costos iniciales de la Royal Academy of Arts, inició una colección de más de 65.000 libros que posteriormente se entregaron al Museo Británico, y tenía su propio observatorio donde logró hacer predicciones totalmente acertadas sobre el Tránsito de Venus en 1769, 1874 y 2004.
Como si esto fuera poco, gracias a él, hoy el Rey Charles lll tiene su propia casa. Buckingham Palace no existió sino hasta que George lo compró como obsequio para su esposa, no como regalo de bodas como nos mostraron, si no como una casa de verano para Charlotte y sus hijas. Un verdadero detalle por parte de Su Majestad.
Desafortunadamente, por aquellos tiempos tener un diagnóstico confiable era cuestión de suerte. Hoy en día sabemos que la enfermedad que le valió su corona – lo destituyeron del cargo en 1789 luego de un severo episodio – se llama porfiria. Esta enfermedad hereditaria nada tiene que ver con psiquiatría como se sospechaba, sino que es la deficiencia de producción de hemoglobina – proteína que ayuda a transportar oxígeno al cuerpo – y podía provocar episodios similares a la bipolaridad o esquizofrenia.
En una época carente de psicoanálisis, las terapias adoptadas por los médicos eran lo más cercano que a lo que hoy conocemos como tortura. No faltaban las sillas con ataduras, golpes, y chalecos de fuerza. Con más dudas que certezas, el auténtico George no tuvo más opción que someterse a los métodos aconsejados por sus doctores, métodos que hoy en día se sabe empeoraron la situación más de lo que ayudaron. Ciertamente esto se representó en la serie con un nivel de realismo que nos dolió el alma sin duda, y más ahora sabiendo que fue cierto.
Pero no todo es drama y dolor en la serie, no olvidemos que es una historia de Bridgerton, donde nos aseguramos el “y vivieron felices por siempre…”, y ésta vez no sólo nos dieron eso, sino que se lucieron dándonos una lección de cómo el amor no tiene que ser perfecto para ser real.
El matrimonio de George y Charlotte, en la realidad, fue excepcional para los ojos de quien lo mire, característica que plasmaron exquisitamente en la pantalla. Incluso tanto familiares como súbditos se sorprendieron al notar la química de la pareja desde el primer momento, puesto que se habían conocido 6 horas antes de las nupcias. Aunque creo que los creadores de la serie omitieron un par de detalles, tal vez por no ser relevantes para la historia, o por el bien de nuestros corazones.
Las idas y vueltas que se ven en los primeros capítulos nunca pasaron realmente. Charlotte y George auténticos vivieron felices y en plena tranquilidad por casi 25 años. Se deleitaban con largos paseos en Kew, disfrutaban mucho de la compañía uno del otro, y vaya que la disfrutaron: de ese amor nacieron 15 hijos – de los cuales 13 llegaron a la adultez.
Pero en 1789, George sufrió un ataque tan fuerte que, además de valerle su puesto como rey, atemorizó en extremo a su esposa, incluso los expertos afirman que ella se encerró en su habitación por horas repitiendo “Dios mío, ¿qué será de mí?” dada la violencia de la situación. Desde ese día en adelante, el estado de George sólo fue empeorando dejándolo inmerso en una realidad alternativa.
Por desgracia de la reina, su pelo se tornó totalmente blanco a muy temprana edad como reflejo del estrés que vivía. George pasó gran parte del resto de su vida en su habitación, sumergido en sus estudios astronómicos. Pasaba horas escribiendo en las paredes, leyendo libros y hablando con personas que sólo él podía ver. Aunque podríamos deducir que tenía momentos de lucidez, porque cuando se enteró de la muerte de su hija Amelia, no hubo terapia suficiente para estabilizarlo.
Charlotte debía lidiar con el dolor de saber que estaban cerca, pero en dos mundos separados. Tenía miedo de visitarlo sin un escolta, pero nada le impidió estar a su lado hasta último momento. Nada le impidió amarlo incluso cuando la situación no era la deseada. Incluso si él no notaba su presencia. Porque su sentir era más fuerte que las adversidades.
Cuidó de George hasta el último día de su vida – cuando murió de neumonía a los 74 años – devota de su amado. Su matrimonio superó grandes obstáculos conyugales, batallaron hasta con asuntos sociales, y, aun así, vivieron una historia digna de ser recordada. ¿Y digna de otra temporada?
La serie recién estrenada nos da una visión un poco más optimista de la vida de George III mezclando realidad con ficción. Omitieron detalles como el miedo de Charlotte, o la paranoia de George a que su primogénito le robe el trono, inventaron conflictos conyugales para insertar un poco de dramatismo, pero sí le hicieron justicia a ese amor tan leal con el que muchos de nosotros sólo soñamos. A pesar de que sus realidades los separaban, sus corazones los unían.
Claramente no es una biografía, pero eso no nos impide aprender algo valioso. En mi opinión, ésta serie es una oda a la lealtad, un tributo a una historia de superación. Fue adaptada en parte para darnos una lección de que hay situaciones en la vida donde el amor puede ser sinónimo de lucha, pero eso no le resta validez. Nos obliga a replantearnos por qué siempre idealizamos la perfección cuando simplemente necesitamos quesea real.
El la portada: Una imagen de la serie
imágenes por cortesía de Netflix