ALFONSO ALMENDROS – Fotografía entre el concepto de tiempo y la reinterpretación del paisaje
Alfonso Almendros es un fotógrafo español residente en Madrid desde 2016. Se licenció en 2010 en Historia del Arte por la Universidad de Valencia. También es Diplomado en Fotografía Artística por la EASD de Valencia y tiene un Máster en Fotografía por el Centro Internacional de Fotografía y Cine EFTI de Madrid. Su obra ha sido seleccionada y expuesta en todo el mundo y ha recibido premios en diversos concursos internacionales: entre ellos el V Premio Galicia de Fotografía Contemporánea, la Beca Roberto Villagraz 2016, el Bolso de Fotografía del Museo de la Humanidad 2014 (3er Premio), el premio Source-Cord 2014, el III OCEMX de Fotografía Convocatoria de México (1er premio) y muchos otros. Desde 2015 es profesor en el Instituto Nicaragüense de Enseñanza Audiovisual, la Cinemateca Nacional de Nicaragua, el Centro Nodo de Estudios Curatoriales de Berlín y el IED de Madrid.
Alfonso, ¿cómo te acercaste a la fotografía y en qué te inspiras?
Mi padre era fotógrafo, pero nunca lo conocí porque murió cuando yo tenía dos años. Mis cuatro hermanos, de los que me separan varios años, nunca han tenido una gran relación con la cámara. Por otro lado, desde niño siempre me he sentido atraído por el trabajo de mi padre, sobre todo por las fotografías que había hecho de la familia. A nivel personal, además, me encanta la mitología griega, la geografía (a los seis años pedí un atlas como regalo, solo para cultivar esta pasión mía) y luego, a partir de los estudios secundarios, también descubrí la historia del arte. Desde entonces, he intentado combinar todos estos intereses para hacer y aprender arte al mismo tiempo.
¿Cómo se desarrolla tu proceso creativo?
En mi opinión, para crear, primero debemos aprender. Por ejemplo, la biblioteca es una gran fuente de inspiración, un lugar al que voy a menudo. Me gusta pasar mi tiempo libre allí porque tengo la oportunidad de cultivar mis intereses y, al mismo tiempo, de profundizar palabras, ideas y conceptos. Además, siempre me inspiro en el arte, en particular en las pinturas o, mejor aún, en los paisajes. Básicamente, estos son los cimientos de mi proceso creativo, de los que surgen los impulsos que me llevan a desarrollar mis proyectos artísticos.
El concepto de tiempo es el punto de partida de todos tus proyectos. ¿Qué es el tiempo para ti y cómo se representa en tus tomas?
La cámara tiene una relación bastante fuerte con el concepto de tiempo porque en cierto sentido, al capturar la imagen, intentas detener el tiempo en ese preciso momento. Probablemente, una de las primeras razones que me impulsaron a fotografiar fue la idea de poder fijar un momento concreto en una película en compañía de familiares, amigos o, en general, de personas por las que sentía apego emocional. Pensando en mis primeros trabajos como estudiante de arte, cada nuevo proyecto tenía una conexión especial con el concepto de tiempo o memoria. Recuerdo que mi maestra estaba muy intrigada por mi actitud hacia la memoria, lo cual era bastante raro dada mi corta edad.
Tu investigación sobre la percepción humana del color también está relacionada con el estudio del tiempo. ¿En qué consiste exactamente?
Aunque mis primeros proyectos están enfocados en mí y en la relación con las personas que me rodean, en este caso intenté desarrollar una idea diferente, utilizando nuevas técnicas y materiales para representar una percepción diferente del tiempo en función del estado de ánimo del individuo. Este proyecto se desarrolla en un período particular de mi vida, en el que atravesaba un momento de crisis y sentía la necesidad de experimentar y explorar nuevos conceptos. Fue, sin duda, un período de maduración personal, que me llevó, en trabajos posteriores, a volver a hablar de mí mismo, pero con un lenguaje más sutil, refinado y probablemente más profundo.
Las metáforas y los símbolos son elementos vitales de tu fotografía. A través de este lenguaje simbólico y apenas perceptible comunicas tu mensaje al espectador, quien debe interpretarlo de forma intuitiva. ¿Qué tipo de relación crea este enfoque entre tú y el público?
Para un artista, la metáfora es una forma recurrente de expresar su arte. Al principio, mis mensajes eran fáciles de interpretar, casi obvios, pero creo que, con el tiempo, he desarrollado la capacidad de utilizar un lenguaje metafórico cada vez menos llamativo en mi arte. Para entender mi obra, hoy el espectador debe armarse de paciencia y descubrir paulatinamente todos sus significados ocultos: me gusta mucho la idea de poder dirigirme a un público que quiere esforzarse por leer mis obras y captar los muchos matices. Es un proceso realmente interesante que inevitablemente desemboca en las más variadas interpretaciones, como suele suceder si lees un buen libro o ves una buena película.
En Las arrugas de mi padre atribuyes la marca de subjetividad a la experiencia artística del paisaje, precisando que la existencia del paisaje, como género, implica una interacción emocional entre el observador y el espacio observado. ¿Puede explicar este concepto?
El paisaje es un tema importante y recurrente en mi trabajo. A lo largo de los siglos, el paisaje siempre ha tenido una funcionalidad específica, pero, quizás por primera vez en la historia del ser humano, la Ascensión de Petrarca al Monte Ventoso ha abordado el tema desde un punto de vista puramente estético. Desde la época de Petrarca hasta nuestros días, la experiencia artística del paisaje ha tomado un cariz subjetivo. Su existencia como género implica que un observador es capaz de experimentar conscientemente un fragmento de la naturaleza como fenómeno bifocal: como territorio empírico y como fragmento del alma. La conexión entre ambas partes es fundamental para llevar a cabo este proceso. Por eso creo que una interacción emocional entre el observador y el espacio observado es necesaria para la existencia del paisaje. Y la interpretación resultante está ligada a la subjetividad del observador: el ser humano, de hecho, siempre tiende a codificar lo que ve.
Recientemente has presentado en Madrid tu nuevo libro fotográfico To name a mountain, que está inspirado en el viaje realizado en la primavera de 1863 por el arquitecto paisajista Albert Bierstadt y su amigo el escritor Fitz Hugh Ludlow, a través de las Montañas Rocosas. ¿En qué consiste el proyecto y qué técnicas has usado para elaborar el libro?
Este proyecto tiene un vínculo con "Las arrugas de mi padre". Si bien en el primer caso experimenté el paisaje directamente y fui a lugares para experimentar algunas sensaciones en vivo, en To name a mountain trabajé de una manera diferente, quedándome en mi estudio y dando más importancia a mi relación con la pintura. Quizás en este último caso emergió más mi formación artística. Intenté jugar con la imaginación, tratando de entender cómo habitar en otros espacios, otras épocas, en una geografía diferente a la representada. Creo que este es el proyecto más maduro que he hecho hasta ahora, en el que logré combinar el elemento estético con la historia del arte.
La historia de Bierstadt es de gran inspiración: pintor y fotógrafo, en su segundo viaje por las Montañas Rocosas junto a su amigo Ludlow quedó deslumbrado por la vista de una montaña, dibujando de inmediato un boceto en el que una tormenta oscura y grisácea atraviesa un horizonte imaginario de picos gigantes. La obra titulada "Una tormenta en las Montañas Rocosas, Monte Rosalie" representa el tormento emocional de Bierstadt ya que la montaña hasta ahora sin nombre fue nombrada Rosalie en honor a la esposa de su compañero de expedición, de quien estaba secretamente enamorado. El acto de nombrar una montaña es un hecho lleno de poesía, que nos transmite el deseo de posesión y permanencia que siente el artista. Así redescubrimos el concepto de tiempo y, al mismo tiempo, el de la reinterpretación del paisaje en una pintura cargada de emociones.
¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?
Hay una serie de conceptos, palabras e ideas que quiero profundizar. Algunos de estos se convertirán en proyectos de arte, otros serán la base para cursos de arte y otros se utilizarán para ambos. En resumen, sigo alternando entre teoría y creación, intentando dedicarme a lo que más me apasiona. La larga fase de la creación del libro acaba de terminar y este, para mí, es quizás el momento más emocionante del proceso artístico: aquel en el que, casi por diversión, descubro el concepto de una nueva obra.
Portada: Imagen de la colección To name a mountain
imágenes por cortesía del artista