LA VIDA POR DELANTE (Y DETRÁS) DE NOSOTROS - El regreso de Sophia Loren
Hace unas semanas, los periódicos italianos informaron con orgullo la victoria en los Globos de Oro de la canción Io Sì de Diane Warren, cantada por Laura Pausini, que tradujo la letra con Niccolò Agliardi, ganadora en la categoría de Mejor Canción Original.
Una merecida victoria, así que deseamos todo lo mejor en la próxima ronda, la más difícil, de la noche de los Oscar. Luego, en mayo será el turno de Italia, con el David di Donatello, y entonces es posible que otros elementos secundarios de la película La vida por delante también reciban algún reconocimiento.
El tercer largometraje de Edoardo Ponti continúa su andadura después de que esta obra, distribuido por Netflix el pasado mes de noviembre, estuviera presente en las pantallas de los hogares de una miríada de espectadores de todo el mundo.
La expresión algo retórica ‘en todo el mundo’ es adecuada, porque la película cuenta una de esas historias que tocan fibras íntimas - por supuesto, gracias a la habilidad del director y los actores - que posee todo ser humano, sin importar la cultura de pertenencia.
Narra el enfrentamiento entre dos individuos radicalmente diferentes que poco a poco descubren la humanidad del otro y terminan amándose. Es un elemento narrativo que encontramos en muchas grandes historias de la literatura y el cine de todos los países y de todas las épocas.
No es sorprendente que el guión provenga de una prestigiosa fuente literaria, la novela de Romain Gary, La vie devant soi, con una trama demasiado larga para explicar en detalle. Esta novela ganó el Prix Goncourt en 1975 y Gary envió a un primo lejano a la ceremonia de premiación ya que le había publicado bajo seudónimo.
La novela está ambientada en el popular y multicultural barrio de Belleville, al noreste de París, y ya se estrenó una primera versión cinematográfica en 1977, con Simone Signoret en el papel de Madame Rosa, que le valió un César a la mejor actriz mientras que el director y los productores recibieron un Óscar a la mejor película extranjera.
Cincuenta años después, con un movimiento ambicioso y arriesgado al mismo tiempo, Edoardo Ponti ha transportado esta historia al Bari de hoy. El salto en el tiempo, desde un punto de vista sociológico, no es tan grande, ya que es fácil imaginar cómo Francia en los años sesenta y setenta vivió olas de inmigración de una manera similar a cómo las está viviendo Italia en los últimos años. Por lo tanto, tiene sentido que Madame Rosa sea ahora octogenaria y que Momo, el niño senegalés, venda drogas en los barrios bajos de una ciudad italiana.
En esta parte, el debutante Ibrahima Gueye muestra una intensidad y un talento de gran altura, gracias también a la dirección de Ponti. Al mismo tiempo, imitando la historia en primera persona de la novela, el director decidió insertar la voz en off del niño que nos cuenta sus pensamientos y sentimientos.
Desafortunadamente, es una técnica narrativo que frena, en lugar de fomentar nuestra empatía hacia el personaje. Quizás la historia podría haberse enriquecido más dejando que nuestra mirada se moviera libremente alrededor de Momo, dando más espacio a los llamados 'tiempos muertos' de la narrativa, en los que no pasa nada y en los que un personaje se desenvuelve en su vida diaria, se rasca la cabeza, piensa, dejando que nuestros ojos absorban y se formen una idea y un sentimiento al respecto.
¿Y Sophia Loren? Que tras diez años de silencio haya decidido volver a interpretar un papel en el que el peso de la edad, las arrugas talladas en la piel, y la muerte, están en el centro del personaje, dice mucho sobre el magnetismo narrativo y emocional de la trama, aparte de que el director sea su hijo, con quien ya había trabajado en su debut como director en Entre extraños (2002).
No creo que ella se haya referido nunca a ésto, pero si pensamos en el largo repertorio de películas en las que ha participado (¡que son casi un centenar!), hay una que quizás pueda ayudarnos a comprender el motivo profundo de esta elección.
Me refiero a Un día especial (1977) de Ettore Scola, en la que Sophia Loren y Marcello Mastroianni nos ofrecieron una lección magistral de actuación en una de las películas más auténticas sobre Italia de los años veinte.
¿Os acordáis? Ese encuentro en el rellano de un edificio entre la esposa ingenua de un fascista aburrido y un periodista homosexual al borde del suicidio.
Una historia privada sobre el día en que la Historia, con mayúsculas, celebraba el triunfo del racismo de Estado, un 3 de mayo de 1938 en el que Hitler llegó a Roma en visita oficial, a la cual en otoño siguió la adopción de una legislación antisemita, no porque se lo pidió al aliado sino porque, como Ciano relata en su diario, el Duce quería que los italianos se convirtieran en la 'raza superior'.
Un día especial nos ha contado una historia que que tiene su eco en La vida por delante.
Ambas películas hablan del encuentro de dos personajes que viven en mundos diferentes y su descubrimiento de la humanidad en el otro. Ambos claman por la necesidad de ser tolerantes con el diferente, el otro con nosotros, del que nos separa el color de la piel o la sexualidad. El racismo de Estado también está presente, como una sombra, en ambas historias: en el muy fascista Un día especial de Antonietta y Gabriele, así como en la memoria del Holocausto de Madame Rosa, en la película de Ponti.
Un comentario final sobre Loren nos lleva otra vez al cambio de escenario de París a Bari. Que hayamos llegado a Bari y no a Nápoles probablemente se deba al espíritu emprendedor de la Apulia Film Commission, que durante años se ha destacado entre sus iguales procedentes de otras regiones de Italia. Pero en cualquier caso son paisajes urbanos muy familiares para Sofia Scicolone Loren, quien creció en barrios similares y donde, como “hija ilegítima”, ciertamente sufrió por su diversidad.
Este cambio también le ha brindado la oportunidad de actuar en su lengua materna, con un toque de cadencia dialectal, y nos ha dado el placer del regreso de una de las más grandes actrices de la historia del cine.
Finalmente, Ponti es reconocido por su maestría en llevar los sonidos y colores de esta ciudad mediterránea a la pantalla, sin caer en los marcos de las postales.
La vida por delante se cierra acompañada de las notas de Io Sì, que continúan a medida que avanzan los créditos. De hecho, la canción está casi separada del resto de la película, pero al mismo tiempo se convierte en su signo distintivo, moldeado por la maravillosa voz de Laura Pausini.
Portada:
Sophia Loren en una escena de la película
Imágenes cortesía de Netflix
Creditos: Regine De Lazzaris Aka Greta