ITALOARGENTINA - La influencia italiana en la cultura argentina

ITALOARGENTINA - La influencia italiana en la cultura argentina

Cada 3 de junio en Argentina celebramos el Día del Inmigrante Italiano en conmemoración del nacimiento del General Manuel Belgrano, creador de la bandera nacional e hijo de inmigrantes italianos provenientes de Génova. Podríamos remitirnos sólo a esa razón, pero me atrevería a decir que tenemos muchas otras razones para celebrar la gran inmigración europea que tuvimos el siglo pasado.

El General Manuel Belgrano

A principios de 1860 un gran número de italianos partieron hacia Sudamérica y la gran mayoría se erradicó en Argentina con esperanzas de nuevas oportunidades. Los archivos nacionales indican que entre 1860 y 1947 llegaron casi tres millones de inmigrantes italianos, e inevitablemente, ese flujo migratorio se vio reflejado en la sociedad.

Dentro de esos casi tres millones estaban mis abuelos: mi nonno procedente de Lazio y mi nonna oriunda de Nápoles. Ambos hicieron su vida en Argentina y, gracias a ellos, puedo afirmar de primera mano que no existe latino más similar al italiano que nosotros. La influencia de Italia sobre nuestra cultura es tan notoria que demoraría mucho más que un artículo para explicarles en detalle; así que solo voy a centrarme en tres puntos claves.

Para comenzar, la gastronomía argentina cuenta con varios platos de origen italiano. Nuestro helado tiene la misma consistencia cremosa que el gelato italiano y nuestra pizza media masa no es más que pizza italiana, pero con un poco más de consistencia. El argentino promedio tiene reservado sus domingos para almorzar en familia y comer un buen plato de pastas - frescas o secas, porque si hay algo que nos sobra es variedad - tradición que se intensificó gracias a nuestros nonnos y sus costumbres. También, uno de los mayores aportes a nuestro arte culinario por parte de los italianos es, sin duda, la milanesa napolitana - una especie de cotoletta alla milanese, pero tapada con los ingredientes de la pizza: jamón, tomate y queso (y si usted es tan fanático de la comida como yo, seguro le sume albahaca).

La milanesa napolitana

Y, por último, la polenta. Esta comida a base de harina de maíz originaria de Italia, llegó a Argentina junto con la inmigración del siglo XIX y conquistó nuestros paladares aún más en temporada invernal. Se suele decir que, al comer este plato, uno recupera energías, y así se comenzó a asociar con la potencia. Por lo que es muy común escuchar que un argentino diga “tenes mucha polenta” cuando está haciendo alusión a la magnitud de la fuerza. Y ya que tocamos el tema, permítanme contarles la influencia que adquirimos con respecto al lenguaje.

Nuestro idioma oficial es el español, dado que fuimos colonia de España hasta 1816, pero si algo tenemos de especial los argentinos, es que nuestro español se fusionó con vocablos italianos para darle nacimiento al lunfardo. Si de tecnicismos hablamos, la palabra lunfardo deriva del gentilicio “lombardo”, quienes eran conocidos por sus negocios de dudosa procedencia; así se comenzó a asociar este vocablo con sectores un tanto marginales de la sociedad. Con el pasar del tiempo, se descubrió que lejos de ser un código marginal, este dialecto comenzó a ser utilizado en todos los sectores sociales.

Existen más de seis mil términos provenientes del lunfardo que usamos en el día a día - aunque la cifra varía constantemente entre las palabras que caen en desuso y las que surgen con las nuevas generaciones. “Me voy al laburo” me decía todas las mañanas mi nonno cuando se iba a trabajar. Les podría afirmar que se “levantaba a las 8 de la mattina” (8 de la mañana) para llegar a tiempo a destino. Muchos preguntan hoy en día el precio de algún objeto diciendo “¿cuánta guita cuesta eso?” (guita = dinero), y otros se distraen mirando a una bella mujer al sonido de la frase “que linda mina” (mina = femina/mujer), entre muchos otros.

Cuando la ola de extranjeros comenzó a llegar a nuestro país, gran parte de ellos se habían embarcado desde Nápoles; a medida que iban llegando y se les preguntaba de dónde eran, respondían “sono napoletano”. Como era de esperarse, el Hotel de Inmigrantes (hoy transformado en un preciado museo) necesitaba acelerar el papelerío, y acortaron la palabra napolitano a tano - palabra con la que en Argentina llamamos amistosamente a cualquier italiano indiferentemente si es de Nápoles o no, e incluso la usamos con argentinos provenientes de familias puramente italianas. 

Como se darán cuenta, no exageré cuando dije que no podría profundizar en el tema en sólo un artículo, pero los invito a leer las obras de José Gobello, quien se encargó de explicar a detalle nuestros exquisitos términos nacidos de la fusión cultural. Y a quien pueda y tenga la oportunidad, le sugiero visitar el Museo de Inmigrantes de Buenos Aires, donde no sólo se encuentran documentos de la época, sino que también, como en mi caso, se puede sentir un fuerte acercamiento a las raíces.

Por último, pero no menos importante, me gustaría presumir al afirmar que muchos turistas que caminan por nuestra ciudad quedan embelesados por la arquitectura que poseemos, pero curiosamente sólo los italianos sienten cierta familiaridad mientras recorren nuestras calles ¿A qué podría deberse ese sentimiento hogareño que unos pocos experimentan? Bueno, efectivamente, es dado a que muchas de nuestras estructuras arquitectónicas fueron diseñadas por italianos que se encargaron de dejar un pedacito de Italia en cada uno de sus proyectos.

Hace poco menos de un mes tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de la muestra fotográfica La influencia italiana en el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires, llevada a cabo por el Instituto Italiano en Buenos Aires y la Embajada Italiana e inspirada por el libro Huellas italianas en el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires. Resulta en extremo fascinante como muchos de nosotros jamás nos dimos cuenta que los edificios más importantes de nuestra ciudad fueron obras de italianos.  

La portada del libro Huellas italianas en el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires

El proceso de urbanización en nuestra Capital Federal se comenzó a notar alrededor de 1880 con una vasta cantidad de arquitectos, ingenieros y maestros mayores de obras provenientes del viejo continente. La mayor parte de nuestros edificios públicos son obra de profesionales italianos que se encargaron de plasmar la belleza de Roma en cada construcción.

Todas las obras y sus creadores tienen la misma importancia, pero dado que no podría hacerle justicia a la magnitud que merece cada personalidad histórica, quisiera centrarme en unos cuantos edificios que son parte del recorrido turístico central de Buenos Aires.

Giovanni Andrea Bianchi se encargó de la construcción del trascendental Cabildo de Buenos Aires - declarado monumento histórico en 1933 y escenario de nuestra Revolución de Mayo de 1810. Por otro lado, Antonio Masella fue un turinés encargado de la construcción de La Catedral Metropolitana de Buenos Aires, mientras que Juan Antonio Buschiazzo era catalogado como “el arquitecto màs representativo del periodo de 1860 a 1914”, gracias a haber inaugurado el Mercado de San Telmo con el motivo de abastecer de alimentos a sus coterráneos recién llegados al país.

Quienes conocen nuestra capital, sabrán que es inaceptable llegar a nuestra tierra y no visitar el Teatro Colón (en la portada), una de las salas de ópera más importantes del mundo. Pero lo que tal vez no sepan, es que fue obra de Francesco Tamburini, arquitecto y profesor de Bellas Artes de la Universidad de Pisa, en Italia. Lamentablemente, a los 44 murió y su pupilo, Vittorio Meano - otro italiano - continuó la obra, aunque también falleció a la misma edad que su maestro. No tardaron en correr rumores y conspiraciones sobre una maldición - hasta se llegó a pensar en demoler todo lo logrado hasta el momento y construirlo desde cero - pero finalmente, la obra continuó a manos de Julio Dormal, un belga que terminó la obra y la inauguró en 1908 con la ópera Aida de Giuseppe Verdi

Para inicios del siglo XX, exactamente en 1923, se inauguró el Palacio Barolo, obra del milanés Mario Palanti. Luis Barolo, un italiano que logró forjarse una gran fortuna a base de sus producciones agropecuarias, le encomiendó a Palanti la construcción de un pasaje comercial. Como ambos compartían el fanatismo por Dante Alighieri, fusionó sus creaciones con representaciones de La Divina Comedia.

Las referencias son claras – tanto el edificio como el poema se dividen en tres partes: el Infierno sería la planta baja, el Purgatorio los catorce pisos, y el Paraíso son los pisos siguientes. Por otro lado, la Divina Comedia cuenta con cien cantos, y el edificio cuenta con cien metros de altura; sus bóvedas tienes grabados con frases referenciales y el faro en la punta del edificio representa a Dios. Un dato curioso es que Barolo anhelaba traer las cenizas de Alighieri a su inmueble para salvarlo de la guerra, pero los restos nunca salieron de Ravena.

Palacio Barolo

Y, por último, si usted se considera amante de los libros tanto como yo, no puede irse de nuestro país sin haber visitado la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, obra del napolitano Clorindo Testa. El edificio, con forma de prisma sobre cuatro pilares, está ubicado en una de las zonas más elegantes de la ciudad, rodeada de parques para el disfrute de los lectores y con vista al Rio de la Plata desde su primer piso. Ofrece una colección de libros de más de 1 millón de ejemplares - entre libros, diarios, revistas, fotografías, mapas y partituras. El paraíso para cualquier amante de la lectura.

Como les dije, queridos lectores, los argentinos y los italianos somos mucho más similares de lo que se piense. De hecho, nosotros tenemos tanta influencia italiana que cuando vemos a un nativo de Italia, debemos prestar atención para distinguirlo y no confundirlo con un argentino – sólo el idioma los delata, porque incluso las gesticulaciones al hablar adoptamos.

Estoy segura que debe haber muchas más similitudes y en muchos otros ámbitos, como el amor por el futbol, por ejemplo, pero quise centrarme en las principales áreas culturales para poder mostrarles tan sólo una pizca de todo lo que le debemos a esa gran inmigración. Gracias a ellos pudimos llevar a cabo muchas actividades y avances a nivel social y cultural, por lo que quisiera cerrar éste artículo con una frase del discurso de Domingo Faustino Sarmiento de 1879: "La gran inmigración trajo a los albañiles italianos que llevaron el sentido de la proporción, de la belleza y del arte hasta los más olvidados rincones del país."

En la portada:
La sala del
Teatro Colon en Buenos Aires

MASSIMO FERRONI D'ANDREA – De Berlín a Marbella

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LONDON PICTURES – En conversación con Gilbert y George

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